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La desinformación y el poder

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Por Clara Olivares

En toda relación interpersonal el poder es un elemento implícito en la misma.

En otras palabras, no existe un vínculo entre dos personas, o, entre un estado y su población, o, entre dos o más países, sin que el poder esté presente.

No es posible una relación en la que no aparezca el poder. En sí mismo no es ni bueno ni malo.

Los problemas surgen cuando quien ostenta el poder se sirve de la desinformación para manipular.

No existirá ningún problema entre las partes implicadas si el poder cambia de manos, es decir, se turna. Unas veces lo tiene una parte, y otras veces, la otra.

Por ejemplo: una de las personas es muy buena ejecutando tareas mientras que la otra es una excelente organizadora. ¿Cómo se equilibra la balanza de poder?

Pues cuando se trate de organizar, se encargará de ello la primera persona, y para llevar a cabo la ejecución de esas tareas, será la segunda quien se ocupe. Así, se establece un equilibrio.

Pero en esta alternancia entran en juego otros aspectos vitales para la supervivencia del vínculo.

Estamos hablando del reconocimiento: de una habilidad en éste caso, o, de una cualidad, o, de una aptitud, etc.

Lo que es indispensable es que, ambas partes le hagan saber a la otra que es válid@ para algo, porque de ello depende que las dos se sientan con derecho a existir tal y como son.

Si no se construye un espacio en el que el otro sepa que se le necesita, que es valorad@, que se le tiene en cuenta, esta relación está abocada al fracaso.

El reconocimiento constituye una de las fuentes de alimentación de ese vínculo. Si no se le alimenta, más tarde o más temprano, éste morirá de inanición.

Y volviendo al tema del poder, ¿qué pasaría si solo lo ejerce una parte? ¿Si es siempre la misma persona la que ejecuta, organiza, piensa, etc.?

O bien nos encontramos ante alguien con pocas habilidades o se trata de una persona que necesita de manera enfermiza mantener el poder en sus manos. A este tipo de gente se le suele llamar pervers@, o, si su grado de consciencia es un poco mayor, perves@n.

Ya lo he dicho en otras ocasiones: utilizar una estrategia de tipo perverso no nos convierte en perversos (felizmente!).

El punto que diferencia un funcionamiento perverso de uno que no lo es, radica en que la persona perversa lo realiza con plena consciencia de lo que hace y lo repite una y otra vez.

Quien no es así, primero no es consiente de su actuación y, una vez que se lo señalan, deja de repetirla. Además suele excusarse ante la persona afectada.

Desafortunadamente, existen personas que no soportan dejar de controlar todo y a todos. Necesitan retener el poder en sus manos.

En estos casos estamos delante de un funcionamiento de tipo perverso.

Puede tratarse de personas, o, de gobiernos, o, de empresas, o, de sociedades.

¿Y cómo hacen para que el poder siempre esté en sus manos? Desinformando.

Desinformar significa no dar TODA la información. Siempre se reservan un poco, de manera que SERÁN ELL@S quienes mantengan el poder.

En otras palabras: siempre tendrán al otro (cuando se trata de personas) o a la población entera a su merced.

Entonces estamos hablando de un PODER con mayúsculas.

Me es indiferente que se trate de gobiernos, empresas, familias o parejas.

Si el contexto permite que se ejerza la desinformación, seguramente habrá desaprensiv@s que aprovechen la ocasión.

En el caso de los gobiernos, por regla general, necesitan que el poder esté siempre en sus manos. ¿Qué hacen? desinforman.

¿Cómo? Manipulando los medios de comunicación.

La expresión «la información es poder», no es inocente.

Antiguamente los poderosos retenían información o la publicaban parcialmente. Hoy en día se valen de la «inundación o avalancha» de datos para alcanzar el mismo objetivo.

Se peca tanto por exceso como por defecto, me repetían cuando era niña.

Esta clase de maniobra se ha venido utilizando desde que el mundo es mundo. Y si ha sobrevivido quiere decir que funciona.

La desinformación es una herramienta de poder que puede ser utilizada por un gobierno, un padre o una madre, un amig@, un herman@

Lo importante es que la totalidad de los datos sólo la tenga una de las partes. De ésa manera utilizo al otro para que haga lo que yo quiero.

En mi niñez escuché en más de una ocasión la expresión «sofisma de distracción». Ahora comprendo en qué consiste.

Creo que aquello que es más simple suele ser lo más efectivo.

Quien manipula a otro se encarga de arrojar un rumor que no tiene una base de veracidad que lo sustente.

Y simplemente, espera. Ese rumor crecerá, engordará, se agrandará y cuando esté maduro, quien lo lanzó actuará manipulando, es decir, llevando a las personas a que piensen, sientan y actúen tal y como él quería.

Maquiavélico, ¿no os parece?

En mi próximo artículo hablaré sobre las secuelas que deja la banalización.

(Imagen: http://www.gamzuletura.wordpress.com)

 

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La soledad

(Por Clara Olivares)

La definición de «soledad» según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, sería, (Del lat. solitas) f. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.

Esta definición comprende dos conceptos que a mi juicio son importantes a la hora de abordar el tema.

Habla de una carencia voluntaria y de una involuntaria.

En el grupo de la involuntaria incluiría la soledad que tiene que ver con una constatación de tipo existencial que nos hace conscientes de que, así estemos inmersos en el ruido y rodeados de gente, siempre estaremos solos.

Como reza el dicho: «nacemos y morimos solos».

Luego está la soledad que tiene que ver con la carencia de vínculos afectivos, relacionada con la soledad de tipo voluntario. En este grupo me parece importante analizar si es una cuestión de voluntad o de mera incapacidad.

Hay quienes eligen estar solos porque les agrada, les llena, les gusta.

Y hay quienes son incapaces de relacionarse con otro desde lo emocional, ya que sienten verdadero pánico ante la idea de creer que si se relacionan afectivamente van a convertirse en seres vulnerables y por ende, se enfrentarán al sufrimiento o al abandono, por poner un ejemplo.

En otras palabras, abrir el corazón abre también la puerta al dolor.

Lo cierto es que independientemente de que el origen de la soledad sea por  voluntad propia o no, ambas alternativas están relacionadas.

Todos sabemos en nuestro fuero interno que en realidad estamos solos, es decir, que cuando nos enfrentamos a la vida y a sus avatares, lo hacemos en solitario.

Como decía alguien: «el sufrimiento es intransferible».

Somos nosotros los que atravesamos el dolor, la separación, el abandono, etc. no el otro.

Pero felizmente también es cierto que estos caminos se hacen menos áridos si los recorremos con el apoyo y el amor de otro.

La capacidad para expresar lo que sentimos mediante la palabra es lo que nos diferencia del resto de las especies.

Poder manifestarle a otra persona la importancia que su presencia y su cariño tienen para nosotros, es un regalo de la naturaleza.

A veces es una lástima que haya personas que desaprovechen esta capacidad, porque a lo mejor el miedo que les provoca creerse vulnerables, prima sobre los beneficios que aporta entrar en contacto con otros.

Así mismo, los hay que llenan de ruido y de personas su entorno para no estar jamás consigo mismos.

Cuando no hay un elemento externo que le distancie de sí mismo no le queda más remedio que estar consigo.

Por ésta razón entiendo que haya personas a las que no les guste vivir solas, o simplemente, prefieren no estar solas.

Y yo pregunto: ¿a qué le tienen tanto miedo? ¿qué se imaginan que van a encontrar?

A mucha gente la sola idea les produce pánico.

Quizás ese miedo esté hecho de las llamadas «ideas irracionales» que alimentan la imaginación, ideando situaciones catastróficas en las que los monstruos que originan toman vida.

Estar consigo mismo favorece el auto-conocimiento. Cuando se está solo se emprende una aventura que da como resultado saber quién es uno.

Y al final, tampoco somos tan mala compañía.

Creo que el equilibrio se consigue en «el justo medio»: necesitamos estar solos pero también necesitamos la compañía del otro.

Tanto la una como la otra, las dos alternativas van a ayudar a saber quiénes somos.

Y yo pienso que entre más rápidamente nos descubramos, más capacitados estaremos para disfrutar de nuestra compañía así como de la del otro.

Nos estaremos enriqueciendo constantemente. Tengo la sensación de que jamás terminaremos de conocernos y no pararemos de sorprendernos ante nosotros mismos.

Me parece que fueron los antiguos griegos quienes dijeron: «conócete a tí mismo». Y vaya lío que armaron!

La pregunta que dejo en el aire sería: ¿qué actitud prefiero escoger ante la soledad? y ¿es una elección o es una huída?

Encuentro necesario e importante hablar de un tema que cada vez más está presente en los trabajos y en los colegios: el mobbing y el bullying.

Las dos modalidades de acoso moral llevan a una persona a estar completamente sola por un aislamiento impuesto por otra persona o por un grupo de personas.

Como digo en el párrafo anterior, se trata de un delito moral.  Está muy lejos el querer etiquetarlos como problemas de origen psicológico.

Generalmente lo ejerce un individuo perverso el cual tiene plena consciencia de lo que está haciendo.

Suele ser alguien que manipula al grupo para conseguir sus fines, en este caso aislar y destruir a la persona elegida.

La persona perversa suele elegir a sus víctimas entre los más vulnerables, generalmente aquellos que son los más humanos, o, los que están más solos.

Pueden acosar a otro porque utilizan siempre una amenaza (generalmente hecha de una verdad a medias) para ejercer su poder mediante el miedo y así someterle.

Por lo general, el pervers@ está enfermo de envidia. No pueden soportar que otro posea aquello de lo que ellos carecen. Suelen tener tal vacío dentro, que necesitan alimentarse del daño que le causan a otro, con la esperanza de que su sensación de vacío y angustia cese.

Perciben a ese otro como una amenaza y por ello se dedican a masacrarlo. Puede tratarse de una persona de otra raza, o, con otro color de piel, o, con otra preferencia sexual, o, simplemente por el hecho de ser diferente.

La única posibilidad de «redención» que tiene un pervers@, es la de deprimirse. Esta vía les proporcionaría una posibilidad de volverse humanos, pero el problema, es que le tienen pánico a sentir.

Por eso son tan fríos e inhumanos.

Toparse con una persona perversa en la vida es terrible. Si se sobrevive a este encuentro, se sale fortalecido y se desarrolla un olfato que permite detectarlos a kilómetros de distancia.

Se aprende a enfrentar al otro y al peligro que representa. La estrategia para cortarle las alas a una persona perversa es desenmascarar su juego.

El pervers@ teme a aquel que percibe como alguien fuerte y que está respaldado por más personas.

Éste ejerce su perversión porque puede hacerlo.

De ahí que escoja a sus víctimas entre las personas que son más vulnerables.

Si la víctima encuentra aunque sea a una sola persona que la apoye, saldrá adelante y podrá escapar de las garras del pervers@.

Si se tiene la desafortunada suerte de toparse con un especímen como éste, lo más prudente es HUIR.

En el siguiente artículo voy a hablar sobre las ideas irracionales.

(Imagen: http://www.twitter.com)

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Intimidad: ¿es posible que deje de existir?¿hacia dónde conduciría?

(Por Clara Olivares)

Esta imagen aparecía en un artículo titulado «asuntos privados en lugares públicos» del día 5 de noviembre en el diario El País.

Habla sobre la exposición que se está realizando en Francfort la cual «indaga en la intimidad y el exhibicionismo a través del arte contemporáneo» desde los años 50 hasta ahora.

¿Qué posee esta imagen que perturba cuando se contempla?

No sé si todo el mundo siente lo mismo, pero en mí despertó una parálisis mental causada por el estado de perplejidad en el que me sumió.

Siguiendo esa pista llegué a desentrañar la confusión que a nivel emocional e intelectual me produjo. Es lo que en psicología se llama una «disonancia cognitiva».

La disonancia la causa la emisión simultánea de dos mensajes contradictorios que entran en conflicto. Despiertan un estado de perplejidad ya que los dos mensajes son opuestos y además están revestidos de una apariencia de verdad.

Esta fotografía muestra un momento «íntimo» que se percibe en su desnudez, en su habitación, en sus fotografías, en su peluche

Pero la niña se está haciendo un autorretrato. No es la presencia de esa cámara lo que perturba, es que no sabemos quién va a contemplar esa foto.

Lo preocupante del asunto es que, aunque no lo diga en ningún lugar, damos por sentado que es una fotografía que se va a publicar en una red social o en un medio de divulgación.

Y ¡premio! hemos acertado.

Resulta que es una pose. Esta foto en concreto no es espontánea, es una foto realizada por un fotógrafo.

Siguiendo con el artículo, el periodista incluye una frase que Mark Zuckerberg, fundador de facebook dijo en 2010 referente a la privacidad:  «una norma social que ha evolucionado», y luego éste (el periodista) agrega: «hasta quedar obsoleta».

Estas palabras merecen tomarse un tiempo para analizarlas y ver de qué estamos hablando.

Primero, cuando afirma Zuckerberg que «ha evolucionado», no sé a qué se refiere ni qué entiende por evolución. Para mi la evolución implica un progreso, una mejoría. Y en éste caso me parece que nada tiene que ver con la evolución, en todo caso tendrá que ver más con una transformación.

Una transformación en la que, sin ningún lugar a dudas, la irrupción de Internet ha tenido una importante relevancia, éste ha marcado un antes y un después en el pensamiento y en el comportamiento humano.

Por esa razón me parece muy acertado el título del artículo. Lo que ha cambiado es el concepto de intimidad: lo que antes era privado se ha convertido en algo público.

Pero, ¿dónde está el límite?

Aún no sabemos hacia dónde se dirige esta transformación, es demasiado pronto para saberlo, es necesario que pase más tiempo.

Sin duda los cerrojos que existían antes para salvaguardar el mundo íntimo del público, han saltado.

Hablamos de un fenómeno social que afecta diréctamente al individuo, evidentemente. La duda que despierta es la de pensar si la privacidad realmente ha quedado obsoleta.

No sé si es posible o no suprimir la intimidad. Me parece que no… si no se guarda algo para sí mismo, ¿con qué se queda?

Me parece que es absolutamente necesario para poseer una buena salud mental conservar una parcela de intimidad.

Si no existe ninguna diferencia entre lo que está afuera de lo que está adentro sin duda nos estaremos adentrando en el mundo de la locura.

La intimidad se construye cuando existe una frontera entre lo exterior y lo interior. Frontera absolutamente necesaria para diferenciarme del otro.

Aquello que pertenece a una esfera privada, se convierte en algo público. ¿Estamos hablando entonces de una invasión, es decir, de la irrupción de la mirada de otro en un terreno que pertenece a la intimidad de una persona?.

Dudo mucho que una red social en la que no existe la interacción con el otro provea una identidad sólida. Tener 500 «amigos» o no tener ninguno es lo mismo.

Es un contacto que se suele realizar de forma aislada. ¿Quienes son las personas con las que tengo esa relación? En el caso de que se pueda establecer una relación con un teclado.

Sí, impera una necesidad de «ser visto», pero ¿qué significa eso?

Hablamos de una mirada que no favorece la construcción de una estructura psíquica. Se trata de apretar una tecla que indica un «me gusta», pero no se sabe qué es lo que te gusta, el porqué te gusta, qué es lo que te despierta, por qué razón no te gusta…

Creo que se trata de actuaciones que se realizan en la soledad y en el aislamiento.

Sí, existen muchas personas que «miran«. No es de extrañar que este fenómeno despierte el exhibicionismo y el voyeurismo.

Pero esa mirada, ¿realmente está favoreciendo la estructura psíquica necesaria para la existencia de cualquier ser humano?

¿Hablamos entonces de una invasión, de una intromisión?

Si se derriban las fronteras que separan el mundo privado del público, ¿sobrevivirá la necesidad de intimidad que todos tenemos?

Espero que sí!

En el próximo artículo hablaré sobre la soledad.

(Imagen: http://www.evanbaden.com)

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¿Cómo reconocer a una persona violenta? ¿Qué hacer?

(Por Clara Olivares)

Si nos tomamos el tiempo para examinar nuestra vida con un poco de detenimiento, encontraremos que alguna vez hemos sido violentos con un ser vivo, puede tratarse de una persona, o, de un animal.

Por lo general, quienes muestran comportamientos violentos (conscientes o inconscientes) suelen ser personas cuyo modo de relacionarse con otro es de tipo perverso.

Afortunadamente, el hecho de haber mostrado una actuación violenta o haber realizado una maniobra perversa en un determinado momento, no nos convierte necesariamente en una persona violenta.

Uno puede tener un comportamiento violento y no ser consciente de ello. Es gracias a que un tercero nos lo hace ver para que seamos conscientes de nuestra actuación y hagamos algo al respecto.

Esto hay que tenerlo muy presente a la hora de discernir entre quién es un perverso y quién no lo es.

Basta con decir una sola vez que la actuación que se ha tenido ha sido violenta para que ésta se detenga y no se vuelva a repetir.

Este instante es crucial, ya que es a partir de la respuesta y de la actitud que esa persona muestra ante quien le hace ver su funcionamiento, que podemos determinar si es alguien sano pero inconsciente o es un ser violento-perverso.

Si la persona en cuestión posee la capacidad para reconocer que ha obrado de forma violenta y se disculpa, es posible que haya una posibilidad de establecer una relación. Para que sea posible algo en lo que la violencia no esté presente, es indispensable que la persona realice una reparación del daño que causó y que no vuelva a repetir el acto violento, por supuesto.

Lo único que hace posible crear un vínculo con una persona que ha dañado a otra es que aquella repare el daño que provocó.

De nada vale que se disculpe o pida perdón y luego repita el acto violento. Si así actúa, lo más probable es que estemos en presencia de un/una pervers@.

Si ante la notificación de que ha vulnerado a otro siendo violent@, éste vuelca toda la culpa de lo sucedido sobre el que reclama, sin llegar a asumir su propia responsabilidad en la actuación que el otro le señala, «apaga y vámonos», como dicen sabiamente en España, nuevamente nos encontramos frente a una persona violenta-perversa.

Los sujetos violentos han aprendido a ser violentos. Quien maltrata, ha sido a su vez maltratad@. Es una cadena.

El perverso suele tener una herida narcisista enorme, no ha podido superar la etapa narcisista normal en cualquier proceso de maduración, es decir, no ha podido construir una buena imagen de sí mism@.

Este hecho es crucial para el sano desarrollo psíquico de un ser humano, es gracias a la interacción con el otro que se construye nuestra psiquis, ésta conformará la columna vertebral interna sobre la que una persona se estructura. Si hemos sido amados y respetados actuaremos de igual manera con los otros, seremos respetuosos y cariñosos con los que están a nuestro alrededor.

Si recibimos de nuestro entorno respeto, cariño, reconocimiento como seres humanos y hemos sido dignificados, entonces podremos poseer un buen concepto de nosotros mismos. Sabemos que somos seres que merecemos ser amados.

Con una persona violenta este proceso no se llevó a cabo.

Una persona adulta que reclama constantemente una mirada de admiración del otro, seguramente o no llegó a superar la etapa del desarrollo del período narcisista, o, es perversa.

Creo que es muy importante hacer la distinción entre alguien pervers@ y alguien que en algún momento dado tiene una actuación violenta, pero que no es consciente de que ha sido violento y repara el daño.

El primero ejerce la violencia con plena consciencia de lo que está haciendo. En el otro caso, puede tratarse de alguien que no puede soportar la imagen de sí mismo que le devuelve el otro y responde atacando de forma inconsciente.

Hablo de un perverso puro y duro  o de un «perversón» (utilizo este término para diferenciar el grado de consciencia con la que una persona ejerce la violencia), en ambos casos una relación sana con este tipo de personas no es posible.

Ambos poseen un vacío interior enorme que suelen llenar de diversas formas. El perverso se alimenta de lo que poseen otras personas: buen corazón, generosidad, auto estima, etc. Cree que si despoja a otro de las cualidades de las cuales él adolece, su vacío se va a llenar y su angustia va a cesar.

Un «perversón» no soporta su propia angustia y su malestar hace que se apodere de otro y le convierta en una extensión de sí mismo moldeándole a su gusto. Se trata de invasión, de falta de respeto, de carencia de límites, de violencia en resumidas cuentas.

Repito, lo que marca la gran diferencia entre uno y otro, es el grado de consciencia que estas personas poseen de sus actuaciones violentas y/o del deseo que tengan de ser conscientes de ellas, y, por supuesto, de si hay una reparación por su parte o no la hay.

Si no hay una reparación, nada es posible.

En el caso de un perverso la única vía posible para no perecer, es huír y lo más lejos de ser posible.

Cuando se trata de un «pervers@n», si éste no muestra un deseo real de reparar el daño que ha causado, o, de cuestionarse a sí mismo y permitir que la duda anide en él, lo más aconsejable es ponerse lejos de su alcance.

En el caso de la violencia ejercida por un/una pervers@, lo primero que debemos hacer es denunciarle ante las autoridades encargadas (policía) y en segundo término es dejarle claro que su actuación es violenta y que ésta constituye una vulneración de la integridad de cualquier persona además de  que social y moralmente no es aceptable.

Nadie, absolutamente nadie merece ser tratado de forma violenta.

Uno tiene derecho a enfadarse pero no puede causar daño a otro a causa de su enfado.

No existe ningún argumento válido para maltratar a otra persona. Cualquier discurso que se despliegue para justificar el daño causado carece de todo valor.

Una vez que nos hemos ocupado del pervers@/»pervers@n» de turno, a quien hay que atender inmediatamente es a la víctima.

Es muy importante transmitirle que ella no ha hecho ni dicho absolutamente nada para que merezca ser tratada de forma violenta.

La persona que ha sido maltratada cree profundamente que merece ser castigada, golpeada, etc. Este sentimiento surge del trabajo que ha hecho su verdug@ para llegar a tenerla bajo su poder total.

Nadie está exento de caer en las garras de un/una pervers@/»pervers@n», basta con tener un soporte psíquico precario, o, estar en una situación de desprotección, desarraigo, soledad, abandono, etc. que fragilice a la persona y la haga más vulnerable para que un pervers@/»pervers@n» la elija para dominarla.

Es importante mostrarle a la víctima que está bajo el poder de una persona perversa y que ella no es culpable de éso. También que lo que el perverso hace es violento.

El «perversón» así como el perverso no es que posean una gran inteligencia, es que son muy hábiles. Poseen una habilidad especial para encontrar el lado vulnerable del otro y atacar por ahí. En el caso de un/una «pervers@n» éste lo hace como una defensa inconsciente en tanto que el perverso lo hace para dominar, controlar y destruir al otro, necesita que el otro se fragilice y se rompa para tenerlo dominado y no pueda defenderse.

Una persona perversa necesita enmascarar sus propias debilidades y por eso destruye al que sí posee lo que ella no tiene.

Tanto el uno como el otro no van a permitir que su víctima les deje y se vaya sin presentar batalla. Desplegarán todo su armamento para evitarlo: manipulación, amenazas, culpabilización, etc. harán todo lo que juzguen necesario para que su presa no abandone el juego.

En dos de mis artículos anteriores hablo de algunas estrategias para decir no. Utilizarlas con este tipo de personas es tremendamente útil.

También es importante no morder el cebo que lanzan (con una descalificación, a través de la culpabilización, o haciéndose la víctima, por poner tres ejemplos) y caer en una cadena de justificaciones y de argumentos que terminará en la aceptación por parte de la víctima del argumento que ellos plantean. Siempre ganarán porque son tremendamente hábiles en ese juego.

Es importante mantenerse sereno, no «entrar al trapo» como reza el dicho, es decir, no responder al envite que nos lanzan, y, fundamental, no engancharnos en la rabia que nos despiertan sus palabras. Se trata de cebos, no lo olvidemos.

Si caemos en manos de este tipo de personas y conseguimos salir airosos será una lección que no olvidaremos en la vida. Desarrollaremos un olfato prodigioso para detectar a un/una pervers@ o a un «pervers@n» a leguas.

La semana que viene hablaré de algo mucho más ligero: el placer.

(Imagen: http://www.123rf.com)

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¡Qué fea es la violencia!

(Por Clara Olivares)

Esta viñeta de Mafalda me encanta ya que ilustra muy bien el tema que voy a tratar.

Todos pensamos que somos no-violentos. El violento siempre es el otro, yo jamás!

Pero desafortunadamente, la violencia forma parte de nuestra condición humana. Es inherente a nuestra especie, qué le vamos a hacer!

La buena noticia es que podemos (y debemos) decidir si queremos destruir (permitiendo que nuestra parte violenta crezca y se desarrolle) o si queremos construir (renunciando a ella). En otras palabras, decidimos si queremos alimentar a la bestia o si la mantenemos a raya.

Cierto es que «la violencia engendra violencia». Quién ha aprendido ese funcionamiento, suele repetirlo. No ha conocido uno diferente.

Puede que en un principio no sea consciente de que está siendo violent@, pero en el momento en que alguien le señala que eso que realiza es un acto  violento, ya no puede seguir funcionando en la inconsciencia.

No es bonito, desde luego. La mirada que nos devuelve la víctima de nosotros mismos deja nuestra propia imagen muy maltrecha.

La violencia es fea!

Y después de la rabia que ésta genera viene la tristeza. Produce una pena enorme… Basta mirar la expresión de los ojos de una persona que ha sido sometida a comportamientos violentos: es triste, muy triste, o, muy rabiosa, o, una mezcla de las dos.

Existen básicamente dos tipos de violencia: la física (evidente) y la psicológica (nunca es evidente).

Si me ponen a escoger, la violencia física por lo menos implica un contacto entre agres@r-víctima. La psicológica es devastadora porque no se ve pero sí se siente, el estómago la siente.

Por regla general, la víctima cae en una locura que genera la persona que agrade, es lo que en psicología se llama una relación de tipo «doble vínculo».

A grosso modo viene a ser lo siguiente: la persona que ejerce la violencia (con quién la víctima tiene un vínculo vital, de necesidad o de supervivencia física o psicológica) lanza un mensaje verbal, un «te quiero mucho», por ejemplo, que acompaña de un gesto que desmiente lo que acaba de decir, como un bofetón. Con la particularidad añadida de que la víctima está sutilmente atada al agresor mediante el mandato implícito que este último se ha encargado de hacerle llegar indirectamente de que no puede abandonar el campo, de que no se puede ir.

Si la víctima intenta abandonar el campo, el agres@r le volverá a traer (mediante la culpa, o, la seducción, o, la amenaza). Es indispensable para este último que la víctima jamás abandone el juego.

El doble vínculo es una tela de araña que atrapa a la persona. Ésta es incapaz de ver lo que está pasando ya que duda de sus propias percepciones y piensa que quién siempre está equivocada es ella.

¿Qué hace que dude siempre de lo que percibe? Cuando se está en una relación de doble vínculo, la víctima siente y ve dos cosas contradictorias y simultáneas: por un lado la persona que le agrede dice que le ama, le protege, etc. pero inmediatamente se contradice con sus actos. ¿Qué creo? se pregunta la víctima, ¿lo que dice mi padre/madre, pareja, herman@, jefe? ¿O lo que yo estoy percibiendo/sintiendo? Cómo es impensable e inimaginable para la víctima que su padre/madre, pareja, etc. le esté mintiendo y no sea verdad que lo que dice no sea cierto, opta pues por creer que quién está equivocada es ella misma y lo que percibe y ve es producto de su propia imaginación.

Es decir, la persona percibe dos mensajes contradictorios de forma simultánea y dado que la relación que mantiene con quien la maltrata es vital, no puede ni pensar en que la persona que se equivoca es la misma que le daña, así que lo que hace es dudar siempre de sus propias percepciones, de lo que siente y nota su estómago.

Para poder salir de una relación de este tipo, es necesario un trabajo largo y doloroso gracias al cual la víctima llega a identificar el doble vínculo. Normalmente este camino se realiza a través de una psicoterapia, en la mayoría de los casos, ya que es el terapeuta quien le muestra al sujeto el tipo de relación que se ha establecido,  y, al descubrirlo, éste ya está en capacidad de desarticular el juego del maltratad@r.

Ya puede abandonar el campo, sabe que puede hacerlo a pesar de lo que «diga o haga» la persona que maltrata. Se ha liberado de la tela de araña que lo mantenía atrapad@.

Este tipo de relación se suele establecer en la infancia, o, en períodos de gran fragilidad y de soledad en la edad adulta.

Continuando con el hilo de mi artículo de la semana pasada, cuando se vulneran los límites físicos, emocionales o intelectuales de otra persona, se está siendo violento (no respetándolos, es decir, traspasándolos).

Se puede ejercer la violencia hacia otro y/o hacia uno mismo. Lo que he observado es que en los casos de maltrato, siempre la víctima de forma inconsciente, revierte la rabia que ha generado el maltrato hacia sí mism@, es decir, comienza a utilizar la misma forma de agresión que el agres@r usó con ella, pero esta vez dirigida hacia ella misma.

Cuando ya es capaz de identificar el doble vínculo, puede comenzar a tomar contacto con su rabia y puede darse cuenta de que la ha desviado ésta hacía sí mism@, en lugar de devolvérsela a quién la ha causado.

Es en este punto en el que la persona puede comenzar a decidir qué quiere hacer con esa rabia: ¿seguir volcándola hacia su persona? ¿devolvérsela a quién le maltrató? ¿usar esa energía para crear algo nuevo? ¿repetir el patrón de violencia, convirténdose ella misma en un ser violento que daña?

Él/ella es quien decide, nadie más lo puede hacer.

Quizás ahora se comprenda mejor lo que escribí en otras ocasiones: el cuerpo habla. Si enfermamos, los síntomas hablan de lo que cada uno de nosotros ha vivido, «nuestra propia historia está inscrita en nuestro cuerpo».

Repito: la violencia es muy fea, mata todo lo humano que hay en nosotros, de ahí que la encuentre tan, pero tan fea!

¿Por qué no tratamos de optar por no dañar? Mi propia experiencia me ha demostrado que siempre vale la pena y que es posible.

El próximo artículo hablará sobre cómo reconocer a una persona violenta y qué hacer frente a ella.

(Imagen: «Mafalda», Quino. Editorial Lumen, Barcelona, 1989)

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La víctima: ¿realidad o papel?

(Por Clara Olivares)

¿Cómo discernir si estamos frente a una auténtica víctima o a una que «se hace la víctima«?

La persona que de verdad está siendo dañada, o, ultrajada, o, perseguida, por poner unos ejemplos, en nuestras entrañas notamos y percibimos su dolor.

Éste en la mayoría de los casos, suele ir acompañado de un sentimiento de vergüenza. Es como si se sintieran responsables del maltrato que han sufrido.

Ante estas personas, lo que podemos hacer es mostrar toda la empatía de que seamos capaces y reconocerles sus sentimientos. Lo que les ha sido  arrebatado no se lo podemos devolver… una violación, un ultraje, la inocencia perdida. Nadie puede y, esto merece toda nuestra compasión.

Parece que lo que alivia un poco su dolor es hablar con otras víctimas. Para quienes no lo hemos vivido nos es prácticamente inimaginable e impensable aquello por lo que ellas han pasado.

Pero, ¿y si es el caso de una persona que juega a ser una víctima?

En esta ocasión nuestras tripas se rebelarán y comenzaremos a sentir una rabia descomunal. Porque nuestro cuerpo es sabio y reconoce antes que nuestra mente, que estamos frente a una persona que daña o que manipula.

Puede que tardemos un rato en reconocer esa rabia, sobretodo cuando la persona en cuestión acompaña su papel de un discurso que justifica su posición.

Suelen ser frases del tipo: «pobrecit@ yo, con todo lo que yo he hecho por ésa persona», «cómo sufro, nadie me quiere!», «siempre todo el mundo se quiere aprovechar de mí«, «qué mal@ es esa persona conmigo, con lo irreprochable que he sido yo». Y podría continuar con una cantidad innumerable de ejemplos!

Esto no quiere decir que TODOS (me atrevería a afirmar que sin excepción) hemos utilizado ésta estrategia en algún momento de nuestra vida. Me parece que negarlo sería faltar a la verdad!

Sabemos perfectamente cuándo estamos poniéndonos en el papel de víctimas, aunque no lo reconozcamos jamás. Pero a nosotros mismos es difícil engañarnos… en lo más profundo de nuestro corazón sabemos que estamos haciendo un papel.

Es una estrategia muy útil a la hora de conseguir lo que queremos. Siempre se obtienen más cosas si despertamos lástima en los otros, la lástima hace a las personas más vulnerables.

Aunque ya algun@s rayan en el descaro! Recuerdo una señora que hace años se subía al metro con cara de dolor, encorvada y con los ojos entrecerrados soltaba un discurso sobre «lo que sufría» y a continuación, de pié pedía dinero a cada una de las personas que estábamos en el vagón.

Claro, esto es un ejemplo que apenas nos toca. Pero y ¿cuándo se trata de nuestr@s padres, o herman@s o la pareja?

En éste caso es «cuándo la puerquita torció el rabo», cómo dicen!

¿Cómo no caer en esa tela de araña que nos envuelve?

Cómo les suelo decir a mis pacientes, «rebobinemos» la película. ¿Qué pasó antes?, ¿cómo reaccioné?, ¿qué dijo/hizo el otro?, hasta llegar a determinar el momento exacto en el que comenzamos a sentir el malestar, la rabia, para ser más exactos.

Las tripas jamás mienten. Éstas nos muestran, cómo en una radiografía, cuál fue el momento preciso en que comenzamos a cabrearnos y qué fue lo que lo causó.

La clave la tienen las tripas. Si retrocedemos la película podremos contactar con el momento del enfado, la causa, quién lo provocó y cuál fue nuestra reacción.

Como decía más arriba, la mente es más lenta que el cuerpo en captar el juego. Normalmente ésta nos «engatuza» con un discurso, pero el cuerpo jamás miente.

Si logramos identificar el juego al que somos sometidos, ya hemos adelantado la mitad del camino.

El siguiente paso consiste en desbaratarle el andamiaje a quien juega a hacerse la víctima.

¿Cómo? Yo he descubierto con el paso de los años que, un medio muy efectivo es, el de tomarle el pelo a la persona en cuestión.

Es una forma elegante de hacerle saber al otro que vemos lo que hace y que no le causaremos daño.

Tomar del pelo no es lo mismo que burlarse de ella. La burla es una agresión, en tanto que tomar del pelo es enviar el siguiente mensaje: «vale, ya me he dado cuenta de tu juego pero no cuentas conmigo para seguirlo».

Cada uno de nosotros encontrará la fórmula que mejor se adecúe al modo de ser nuestro, de la otra persona y a las circunstancias en que se dé el juego.

Podemos utilizar frases del tipo: «es verdad, hace 10 años estabas en la misma situación límite que ahora pero milagrosamente has sobrevivido», o, «la vida es injusta, no sé cómo una persona tan buena como tú tiene una amiga tan horrorosa como yo».

En fin, que a veces nos hemos visto envueltos en este juego, bien como protagonistas o como actores. Quizás lo importante es identificar qué es lo que sucede y desarticular el juego.

En mi próximo artículo y, siguiendo con el tema, hablaré sobre la «manipulación: estrategia odiosa».

(Imagen: profimagenes.ru)

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Cómo decir NO sin decirlo abiertamente. Algunas estrategias.

(Por Clara Olivares)

En el artículo de la semana pasada hablaba de la enorme dificultad que tenemos muchos para negarnos a una petición que no tenemos la intención, ni el deseo, de llevar a cabo.

¿Y si no nos es fácil decir abiertamente que no a esa persona en concreto? Puede tratarse de un amigo, de un familiar o de un hijo y al final nos quedamos con la sensación de que terminan por «salirse con la suya» porque cedemos ante su demanda.

Por lo general caemos en una dinámica en la que terminamos inventando un sinfín de disculpas y de justificaciones que a la larga no nos sirven para lograr el objetivo que deseábamos: decir que no.

Todos nos hemos visto en una situación como ésta cuando alguien nos pide prestado algo: el coche o nuestro vestido preferido, o, cuando nos dicen que le acompañemos a equis sitio, o, en el caso de un niño (que por norma no se cansa casi nunca…), sigue pidiendo lo que sea y el adulto, por cansancio o por impotencia, accede.

Existen estrategias asertivas muy efectivas que permiten reducir las respuestas emocionales negativas e impedir que florezcan los mecanismos de defensa.

Una de ellas es la llamada «El disco Rayado» y consiste exactamente en eso: convertirse en un disco rayado a la hora de enfrentar la insistencia de quien pide sin necesidad de ser groseros, desagradables o cortantes.

Consiste en decir repetir una misma consigna hasta que el otro se da cuenta de que no va a conseguir nada de nosotros y desiste.

Por ejemplo: Juan, un amigo nuestro muy querido nos pide prestado el coche para hacer una diligencia muy urgente, según él. El problema es que, en el pasado, siempre que se lo dejábamos nos lo devolvía tarde y no cumplía la hora convenida.

Se deshacía en disculpas pero la historia terminaba siempre de la misma forma: él había hecho lo que tenía que hacer y nosotros no, además del disgusto y el enfado con que nos quedábamos siempre.

Una vez más vuelve a pedir prestado el coche, pero esta vez vamos a aplicar ésta técnica:

Juan: ¿me prestas tu coche para dejar este impreso para la beca, que hoy termina el plazo?

Nosotros: a esa hora tengo una cita

Juan: Yo te acerco, me llevo el coche y luego te recojo.

Nosotros: (… ya empieza, voy a aplicar el famoso disco rayado) Juan, te aprecio mucho y de corazón te lo prestaría, pero la verdad es que no me apetece prestártelo esta vez.

Juan: pero mujer, qué te cuesta! Me ayudarías mucho si me lo dejas

Nosotros: Es cierto, pero no me apetece prestártelo esta vez.

Juan: si sólo es durante una hora! Mientras te tomas un café.

Nosotros: Sí no es mucho tiempo, pero es que no me apetece prestártelo esta vez.

Juan: vale! no insistiré más.

Os animo a utilizar ésta técnica, es muy eficaz!

En próximas entregas hablaré de otras estrategias igualmente eficaces a la hora de enfrentarse a situaciones delicadas, en las que deseamos llevar a cabo solo una parte de lo que nos piden pero no todo.

En mi próximo artículo hablaré sobre el difícil arte de la negociación.

(Imagen: http://www.elcafecitodepaulinas.blogspot.com)

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¿Por qué resultará tan difícil decir NO?

(Por Clara Olivares)

Muchas más veces de las que desearíamos, terminamos diciendo que , cuando en realidad lo que nos apetece es decir que no.

Es una dificultad generalizada: mujeres, hombres, padres, madres, amigos, etc. la padecemos.

¿Qué nos lleva a funcionar así? Me parece que un buen número de razones, pero me atrevería a afirmar que la principal está cimentada en la educación recibida.

Decir que no, al igual que manifestar el enfado, tienen muy mala prensa.

En el caso de las mujeres, podría tener que ver con la educación para complacer y para anteponer siempre las necesidades de otro a las propias. Y en el de los hombres, el hecho de negarse es visto como un acto de muy mala educación.

Tanto los unos como las otras fuimos «adiestrados» y «condicionados» como el perro de Pavlov (aquel al que cada vez que le presentaban un plato de comida sonaba una campanilla, de tal forma que cuando el perro escuchaba el sonido de la campanilla comenzaba a salivar) para decir siempre sí.

Lo curioso es que este «condicionamiento operante» se usa en las relaciones interpersonales más de lo que podemos imaginar. Sin duda, es muy efectivo.

¿Qué ha pasado? Que en la mayoría de los casos se termina por recurrir a la fabricación de una disculpa para salir airos@s.

No es un mal recurso ni muchos menos, el problema viene cuando no sabemos si el otro nos dice la verdad o no.

Evidentemente, existen personas que se aprovechan de eso. Suelen utilizar las palabras mágicas que funcionan como un ábrete sésamo: «necesito» y «tienes que«.

Saben perfectamente que la otra persona no va a negarse a su petición, y, abusan.

Y todos sabemos por experiencia propia que cuando alguien abusa de nosotros la rabia que genera ese abuso es enorme!

Una sociedad o una familia que no contempla la necesidad de establecer unos límites claros entre los individuos para garantizar una convivencia sin atropellos, llevará indefectiblemente al caos.

Cómo reza el dicho: «Ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre».

En toda relación (pareja, paterno-filial, familiar, amigable, etc.), la ausencia de límites (bien sea por exceso o por defecto) siempre es nefasta. Decir  no, es establecer un límite entre el uno y el otro.

Significa marcar el lugar donde termina la libertad de una de las personas y comienza la libertad de la otra.

La ausencia o la poca claridad de límites causan en cualquier ser humano una angustia insoportable e insostenible.

Una persona necesita saber hasta dónde puede llegar. Cuando le marcan  un límite, la angustia cesa y puede comenzar a estructurarse como individuo.

El ejercicio de la autoridad es una forma de establecer límites.

Sin embargo, es muy importante señalar la enorme diferencia que existe entre autoridad (presencia de un límite) y autoritarismo (ausencia de un límite).

Desafortunadamente, se suelen confundir estos dos conceptos con demasiada frecuencia.

En mi próximo artículo propongo estrategias para decir que NO sin necesidad de negarse abiertamente.

(Imagen: http://www.fotolog.com)

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Retorsión: una deuda con cobro diferido

(Por Clara Olivares)

¿Qué hace que una mujer se apodere de las tarjetas de crédito de su pareja y salga a gastar sin límites cuando ésta duerme la borrachera de la noche anterior?

¿O que un hombre se vuelva impotente al ceder ante la insistencia de su pareja para que describa cómo fueron sus relaciones sexuales con su ex-marido ?

Quizás están realizando actos de retorsión a sus parejas…

Nadie dijo que las relaciones interpersonales fueran fáciles… sobretodo las de pareja!

Con una frecuencia mayor de lo que nos imaginamos, se utiliza la retorsión para cobrar el daño que se ha recibido, pero sin que el otro sea consciente de que está «pagando» por algo que hizo.

El término significa: «Acción de devolver o inferir a uno el mismo daño o agravio que de él se ha recibido» y proviene del mundo jurídico. La diferencia radica en que se devuelve el agravio recibido en un terreno diferente  y sin que la otra persona se de cuenta.

¿Se puede evitar?

Se castiga al otro por algo que no le gusta, o, que le ha asustado, o, que le ha hecho sentir inseguridad… el abanico es amplio. El hecho de que se lleve a cabo el «cobro» en un terreno diferente, confunde al otro miembro de la pareja y hace que le sea difícil darse cuenta de lo que está sucediendo. El castigado no entiende de donde proviene lo que su pareja está haciendo y, como no se da cuenta, piensa que el problema radica en el otro y que las causas que lo motivan son otras bien distintas.

Lo que sucede con la retorsión es que se desvían los sentimientos de rabia e impotencia que han despertado las acciones del otro y se le hace pagar por ello, pero de forma indirecta.

Toda la ira y la frustración que alberga en su interior la vuelca para agredir al otro y hacerle daño. Así, gastando el dinero de su pareja «compensa» el agravio que ha padecido, o, volviéndose impotente castiga a su mujer por las prácticas sexuales que ella ha vivido con otra persona.

Si se les hace ver a las parejas que algunos de sus actuaciones con sus compañeros/as tienen que ver con la rabia que han acumulado en otros terrenos, la mayoría asentirá con la cabeza mientras escucha.

Darse cuenta de lo que hacemos permite evitar el mal trago que le hacemos pasar a la persona que queremos…

Existen otras vías menos agresivas para las dos personas que  compensan el daño… utilizándolas ya no es necesario realizar un «cobro diferido» mediante la retorsión.

En mi próxima entrega, hablaré de las estrategias que se pueden utilizar para mejorar la calidad de la relación!

(Imagen tomada de blogs.rpp.com)

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